Los grandes autores clásicos que todos admiramos han llegado a ser clásicos porque sus obras además de tener una calidad y un valor universal como obras de arte, un día fueron presentadas al público para su contemplación, por un director, un productor o un empresario. Poner en escena una obra conocida por el público y con un claro marchamo de éxito que de antemano sabemos que no va a tener ningún problema en la taquilla es la forma de trabajo del teatro comercial, que si no está mal del todo, tampoco es la mejor manera de contribuir a la divulgación del hecho artístico y de la cultura. Nosotros pensamos que vale la pena apostar por autores noveles y obras desconocidas de calidad que tengan contenido y contribuyan a esa labor de crítica de los males y vicios de la sociedad moderna y a la propagación de valores y principios que ennoblezcan y dignifiquen la vida humana, incluso al margen de los beneficios económicos que se puedan obtener.