El espacio escénico como sitio de celebración, ritual, ceremonia, comunión, lugar donde evolucionan personajes en un afán por representar la vida misma como es, ha sido o debiera ser. Sitio que desde siempre ha sido visto como un lugar sagrado asociado a festividades y celebraciones religiosas, ha variado mucho en su uso y concepción a través de los tiempos. Desde la gruta en las agrestes campiñas de la India, China o Egipto, pasando por el theatron griego y la cavea romana hasta llegar a los carromatos, tablados, mansiones y catedrales medievales para quedar definitivamente establecido en el renacimiento con el teatro de proscenio a la italiana. Toda este devenir histórico y la manera que llevaba implícita de ver y entender el teatro, ha sido cuestionada, atacada e incluso vapuleada en los últimos cien años por directores, actores, académicos y demás personas relacionadas con el mundillo. Esto ha dado lugar a que un espacio escénico pueda llegar a ser un trozo de calle, una estación de metro, un parque, un garaje, un edificio cualquiera donde actores y bailarines cuelgan de sogas y cuerdas y evolucionan en el aire quieren parecerse a Ícaro. Cualquier lugar, en definitiva, puede llegar a convertirse en un escenario.

Dejando a un lado toda disquisición meramente académica, para nosotros el teatro puede y de hecho debería ser un sitio de celebración y comunión donde público y representante, oficiantes ambos en esta celebración, se citan un día determinado a una hora determinada para disfrutar juntos activamente de una experiencia estética, de un encuentro. Este es nuestro deseo y lo que te invitamos a compartir con nosotros.