El Foro de Davos

 

 

El Foro de Davos

Observaba yo el desarrollo de las charlas y conferencias de la cumbre de Davos, cuando me encontré reflexionando con asombro y estupefacción mientras contemplaba cómo presidentes y primeros ministros de las democracias occidentales, incluida la presidenta de la Comisión Europea, desfilaban obedientemente y rendían pleitesía a un oscuro personaje, que en ciertos momentos los presentaba, y en otros simplemente les indicaba el sitio donde se debían poner para dirigirse a tan selecta audiencia. Ante este estupor se me ocurrió pensar en quién era este extraño personaje, cuyo nombre y cargo yo conocía; pero que para nada me parecía ser un gran estadista mundial merecedor de tan diligente reverencia y genuflexión por parte de un gran número de gobernantes mundiales.

Klaus M. Schwab es el presidente de una organización internacional, fundada en  1971 como una Fundación sin ánimo de lucro, cuya oficina central está en Geneva, en Suiza. Según la descripción que aparece en la página web de esta organización es “una organización independiente e imparcial no sujeta a ningún interés particular.” Esto quiere decir que el Foro Económico Mundial o Foro de Davos, aunque esté conformado por la flor y nata de las finanzas, la tecnología, los medios de comunicación y ex mandatarios del mundo; no representa a ningún país en particular, ni por supuesto, ostenta ninguna responsabilidad de gobierno otorgada por las urnas.

Con lo cual mi estupefacción ante el espectáculo mencionado más arriba se debía a que, aunque el Foro Económico Mundial convoque a lo mejor de todos los estratos y estamentos de la sociedad a una reunión anual con el fin de debatir sobre la situación mundial; si Klaus Schwab no pasa de ser más que el presidente y fundador de esta organización, insisto en que no entendía yo a qué venía tanta solemnidad estatal y pleitesía

Pero si esto me sorprendía, mi estupor llegó a su clímax al escuchar la intervención de John Kerry cuyas palabras creo que es mejor citar, para dar una idea de lo que todos esto significa en realidad: “Es extraordinario pensar que, nosotros, este selecto grupo de seres humanos, debido a un no sé qué toque de suerte en un momento determinado de nuestras vidas, podamos estar aquí sentados, reflexionado sobre como salvar el planeta. Esto parece algo casi sobrenatural, el hecho de pensar sobre la posibilidad de salvar el planeta. Cuando hablas de esto con la mayoría de la gente, todos piensan que eres un temerario izquierdista, liberal buenista, o cualquiera de estas cosas. Pero es que en realidad esto es lo que somos.”

No voy a pretender hacer una exégesis de sus palabras, y por supuesto que las mismas pueden dar lugar a todo tipo de interpretaciones, pero simplemente mirando de pasada el vocabulario elegido por John Kerry a la hora de expresarse; esto nos puede dar una idea de lo que puede estar en la mente de este grupo de “seres selectos.”

Lo primero que salta a los oídos en estas palabras es que tanto Kerry, como sus cofrades, se sienten y se saben imbuidos por una suerte de poder divino otorgado por el destino, para poder erigirse con toda confianza, y con soberbia actitud despótica, en los guardianes y salvadores del mundo.

Ahora, esta actitud de nuevos mesías, es algo que parece haberse puesto de moda en muchos círculos de poder e influencia en Occidente en los últimos años. Por mencionar sólo uno de ellos, el Vaticano mismo ha tenido la iniciativa de promover lo que han denominado alianza entre algunas de las más poderosas instancias del mundo, tales como la familia Rothchild, la Fundación Rockefeller, la Fundación Ford, y el Bank of América, entre otros. El motivo para esta alianza ha sido definido como el impulso hacia un sistema de capitalismo inclusivo, que intenta desarrollar un proyecto que pretende reformar el sistema capitalista desde dentro y transformarlo en una “fuerza potente para el bien de la humanidad.” Este grupo se ha denominado a sí mismo como los Guardianes del Capitalismo Inclusivo.

Querer ejercer una influencia buena y saludable sobre el mundo es desde luego una noble causa, sin lugar a dudas. Pero cuando este deseo está condicionado por la voluntad de querer erigirse en los guardianes, salvadores y protectores del resto de la humanidad, sin que nadie se lo haya pedido; o peor aún sin que hayan sido elegidos por los ciudadanos a los que pretender proteger y gobernar, todo esto parece más una ridícula parodia que otra cosa. Si a esto añadimos que la mayoría de estos aprendices de redentores están condicionados por ideologías de dudosa procedencia y malévola intención; y contaminados por oscuros intereses de multinacionales, corporaciones, lobbies y supuestos servidores de las más importantes democracias del planeta, entonces la parodia adquiere visos de ser más una gran tragedia para el resto de la humanidad.

Claro está que con toda la demolición de los valores cristianos que de una u otra manera habían sustentado, y condicionado el funcionamiento y comportamiento de la sociedad occidental, no se puede esperar otra cosa de personas cuyo único Dios son ellos mismos y cuya única moral es la dictada por sus propios intereses y apetitos. Además, ya es sabido que muchos de estos supuestos benefactores de la humanidad, no sólo pertenecen a elites transhumanistas que abogan por una aceleración de la evolución humana, a través de la ciencia y la tecnología; sino que aunque profesan ser ateos, sin embargo tienen inclinaciones espirituales inspiradas en la Masonería, la Nueva Era o el ocultismo.

Con lo cual, ante la usencia de valores tales como sinceridad, integridad, rectitud, honestidad, magnanimidad; no sólo debemos dudar de todo lo que nos proponen estos supuestos benefactores, sino que debemos observar y vigilar con mucha atención lo que realmente se cuece en esas alianzas y contubernios supranacionales.